Emmanuel Macron lanza un desafío a los no vacunados en Francia
PARÍS — Ante el aumento de los casos de coronavirus impulsado por la variante ómicron, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dijo el miércoles que quería “joder” a millones de sus ciudadanos que se niegan a vacunarse, expulsándolos de los espacios públicos del país.
Al escandalizar a la nación con un insulto a tres meses de las elecciones presidenciales, Macron estaba transmitiendo no solo un mensaje de salud pública, sino también uno político. Parecía estar calculando que aprovechar la creciente ira pública contra los no vacunados tenía más recompensas electorales potenciales que el riesgo de enfadar a una minoría antivacunación cuyo apoyo tiene pocas esperanzas de conseguir.
Utilizando su lenguaje más agresivo hasta ahora para instar a vacunarse a las personas reacias a hacerlo, Macron dijo que no los “metería en la cárcel” ni los “vacunaría a la fuerza”. Pero dejó claro que quería hacerles la vida más difícil.
De este modo, Macron, un jugador político empedernido que hace cinco años se convirtió en el líder más joven del país, inició de manera efectiva su campaña por la reelección el miércoles al trazar una línea nítida entre sus partidarios y sus oponentes. También alejó la conversación de temas como la inmigración y el islam, que han dominado la contienda política hasta ahora y que son ventajosos para sus rivales más fuertes, de derecha y extrema derecha.
Macron buscaba claramente aprovechar un filón político valioso que sus homólogos se han mostrado más cautos en explotar: el enfado de la mayoría de los vacunados con una minoría que se niega a vacunarse y que ocupa las camas de los hospitales de manera desproporcionada. Más del 77 por ciento de los franceses, y el 92 por ciento de los mayores de 12 años, han recibido al menos dos dosis, según el gobierno.
“A los no vacunados, los quiero joder de verdad”, dijo Macron, usando una palabra francesa que es más vulgar, al explicar que un nuevo pase de vacunas de refuerzo haría imposible que los no vacunados fueran a restaurantes y cafés, o al teatro y los cines. La renuencia de ese porcentaje de la población, así como el aumento de los casos en Francia, amenaza con socavar su éxito hasta ahora en la lucha contra la pandemia.
En otros lugares de Europa —enfrentados al mismo dilema de que la pandemia no podrá ser frenada hasta que quienes no se han vacunado cambien de opinión— los líderes han sido más reacios a enfrentarse a los grupos que se oponen a la vacunación, que a menudo están bien organizados y son vocales.
En Alemania y Austria, la perspectiva de que se les obligue a vacunarse contra la covid ha impulsado protestas airadas y a veces violentas. La vacunación obligatoria se ha descartado durante mucho tiempo como opción, sobre todo por parte del nuevo canciller alemán, Olaf Scholz, pero ha ido ganando cada vez más apoyo entre políticos y virólogos que afirman que otras medidas no han conseguido aumentar las tasas de vacunación con la prontitud necesaria.
En Alemania, Scholz subrayó que era “el canciller de los no vacunados también”. Pero Alemania ha excluido a los no vacunados de gran parte de la vida pública y ahora se debate si deben hacer obligatoria la vacunación. También en Austria está previsto que el mandato de vacunación obligatoria entre en vigor el próximo mes.
En Italia, el gobierno está planeando introducir nuevas medidas para reducir el número de no vacunados, posiblemente haciendo que las vacunas sean obligatorias para los mayores de 60 años. Sin embargo, el enorme gobierno de coalición de Italia tiene dificultades para encontrar un consenso sobre las medidas, dividido entre los grupos de centroizquierda que están a favor de la vacunación obligatoria y los partidos de derecha que están en contra.
El primer ministro británico, Boris Johnson, no ha ejercido una presión significativa sobre los no vacunados y, en cambio, ha preferido tratar de persuadir a los británicos para que se vacunen. Esto se debe, en parte, a que una poderosa facción dentro del Partido Conservador de Johnson se opone a las restricciones por el coronavirus por razones libertarias, o porque le preocupa su impacto económico.
“Claramente, hay una serie de líderes que ya no saben qué hacer”, dijo Adrien Abécassis, quien ha escrito sobre la política de vacunación y es el jefe de investigación del Foro de Paz de París, una organización centrada en la gobernanza internacional.
En cambio, en Francia, Macron se ha ceñido firmemente a la política de vacunar al mayor número de personas posible, dijo Abécassis. “Así que hay una fuerte legitimidad en tener la mayor tasa de vacunación posible. La estrategia desde el principio ha sido imponer sanciones sociales de exclusión a quienes no respetan la norma social, que es vacunarse”.
Los comentarios de Macron se publicaron antes de que Francia volviera a registrar el miércoles por la noche un número récord de contagios —332.000 casos— en las 24 horas anteriores, mientras la variante ómicron, altamente contagiosa, arrasa el país y el resto de Europa. El presidente también reaccionó a las medidas adoptadas esta semana por los legisladores de la oposición para retrasar la aprobación en el Parlamento de un proyecto de ley que permitiría obtener el salvoconducto de salud de Francia solo con la vacunación y ya no con una prueba negativa.
El uso de una expresión vulgar por parte de Macron estaba claramente destinado a aprovechar la creciente ira de la abrumadora mayoría de personas vacunadas contra la minoría no vacunada, dijo Stewart Chau, analista de la firma de encuestas Viavoice y sociólogo.
“Crear divisiones en torno a la cuestión de la pandemia es lo que el presidente de la república intentó hacer al decir en voz alta lo que otros piensan en voz baja”, dijo Chau, añadiendo que la palabra hablaría a una “opinión pública que, tras dos años de crisis sanitaria, está agotada y exhausta”, así como más “irritable y emocional”.
Los opositores del presidente atacaron el uso de la expresión como “indigna de un presidente”, “chocante” y “divisiva”.
Gabriel Attal, el portavoz del gobierno, contraatacó diciendo que la elección de lenguaje del presidente representaba solo una fracción de “la ira de la gran mayoría de los franceses enfrentados a la elección de oponerse a la vacunación”.
“Hablemos con franqueza: ¿quién jode a quién?”, preguntó Attal, y añadió que son “quienes se niegan a vacunarse” las personas que están “arruinando la vida” de los trabajadores de la salud, los ancianos y quienes trabajan en teatros, restaurantes y otros negocios.
Macron utilizó estudiadamente la palabra “emmerder”, que se traduce literalmente como “hundir en excremento” y significa “molestar” o “hacer pasar un mal rato”.
Técnicamente, Macron aún no ha declarado oficialmente su candidatura para las elecciones de abril. Durante meses, el presidente ha estado desviando tímidamente las preguntas sobre su candidatura.
El mes pasado, durante una larga entrevista en la televisión, Macron dijo que se arrepentía de las duras palabras que había utilizado en el pasado sobre otros temas, y que habían contribuido a crear una imagen de él como un político elitista desconectado del pueblo. En un discurso, había dividido a las personas en dos categorías: “Los que tienen éxito y los que no son nada”.
Chau, el encuestador, dijo que el uso de Macron de una jerga soez probablemente no debilitaría su apoyo principal. Pero podría alejar a los indecisos al reavivar la imagen de arrogancia de Macron.
“Es el rasgo de carácter primordial de Emmanuel Macron del que nunca ha podido desprenderse”, dijo Chau.
Macron utilizó la expresión grosera —no una, sino tres veces— en una respuesta a un lector del diario Le Parisien. En las entrevistas organizadas en el Palacio del Eliseo, Macron respondió a varias preguntas, entre ellas a una mujer que señaló que los no vacunados ocupaban la mayoría de las camas de las unidades de cuidados intensivos e impedían que otros, incluidos los enfermos de cáncer, recibieran la atención que necesitaban.
Macron dijo que los no vacunados eran una minoría rebelde cuyo número planeaba reducir “jodiéndolos”.
“En democracia, los peores enemigos son la mentira y la estupidez”, dijo.
Macron parecía atenerse a una estrategia —expresada por sus aliados en los últimos meses— de presentarse como el candidato de la “razón” y solidificar su dominio del centro.
Sus palabras también se dirigieron a un segmento del electorado que probablemente no votará por él, como lo demuestra la reacción más fuerte a su elección de lenguaje, especialmente de la extrema izquierda y la extrema derecha.
Jean-Luc Mélenchon, el líder de la extrema izquierda, acusó a Macron de promover “el castigo colectivo contra la libertad individual”.
Marine Le Pen, la líder de extrema derecha y una de las principales rivales de Macron, lo acusó de “hacer la guerra” a los no vacunados. Eric Zemmour, comentarista televisivo de extrema derecha y otro de los principales aspirantes, dijo que las palabras de Macron revelaban su crueldad hacia una clase de “franceses despreciados”.
Colaboraron en este reportaje Aurelien Breeden en París, Katrin Bennhold en Berlín, Gaia Pianigiani en Roma y Stephen Castle en Londres.
Norimitsu Onishi es corresponsal en el extranjero de la sección Internacional, cubre Francia desde el buró en París. Anteriormente fue el jefe de las corresponsalías del Times en Johannesburgo, Yakarta, Tokio y Abidján, Costa de Marfil.